viernes, septiembre 03, 2010

Elefantes blancos fuman y se esfuman

Ayer me di cuenta de que te conocía. De que era capaz de diferenciar tu nombre de tu apellido. Pensé que todo el mundo se había dado cuenta de que has empezado a morderte las uñas. Que te encantan esos vaqueros, que odias los dobladillos. Esperaba encontrar en el tablón de anuncios la noticia del día: un viaje me ha vuelto a cambiar la vida, sigo fumando. Pero a nadie le parece importante que ya no te rías.

Detesto saber cual es tu película favorita. Y que te gusten tanto las palomitas. Odio los helados de fresa. Ayer abrí la nevera y sólo había fruta. Alguien debe haberme puesto a dieta. He estado ahorrando para pagar la fianza. Ahora no tengo un duro. Hace años que no tengo un duro. Y aquella casa es la mitad de lo que recordaba. Debe ser cuestión de perspectiva. Cuanto más te conozco, más pequeño se vuelve el resto.

Hoy has aparecido de pronto detrás de una careta de batman. No me des esos sustos. Traías caramelos en un bolsillo. He pisado uno al irme a la cama. No quiero que te quedes. He pisado otro al ir a vaciar el cenicero. Estaba lleno. Había: Palomitas. Uñas. Caramelos. Trenes. Dedos. Agujetas. Cosquillas. Lágrimas. Elefantes. Bromas. Carcajadas. Luces. Bombas. Cámara. Suelo. Verde. Limón. Ojos. Y un montón de cigarrillos. No he pisado otro al volver. Ya sabía que ahí dejarías uno y lo esquivé.




Para Daniel, que cada día lleva un sombrero diferente y todos son invisibles.
 
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