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Subieron como la espuma. Llenaron todos los rodapiés, las paredes, el techo. Siguieron subiendo hasta romper los marcadores del IBEX 35. Se desbordaron, créame, como nubes en el cielo. Y todos pudieron ver cómo llovían elefantes blancos.
Los vimos a través de las ventanas, ¡claro que los vimos! porque estábamos mirando desde la calle. Los accionistas quedaron paralizados, las compañías telefónicas quebraron las primeras, las feministas no sabían qué decir y los niños...
Cuando todo terminó, sólo los niños sabían qué había pasado. Al fin y al cabo, eran ellos quienes llevaban toda la vida leyendo cuentos y durmiendo sobre una bolsa llena de elefantes blancos.
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