domingo, noviembre 14, 2010

Pisadas de elefante

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Observamos por el camino unas enormes pisadas de elefante y las seguimos. Esperábamos encontrarlos, a ellos, a los que se habían marchado. Unai y yo despertamos una madrugada de pronto, ambos habíamos tenido extraños sueños. Por algún motivo supimos que los oscuros elefantes blancos estaban en peligro de extinción. Y fuimos en su busca.

Las pisadas de elefante nos llevaron a un enorme cementerio. Huesos grises y desordenados. Me llevé las manos a la boca ahogando un grito. Unai me abrazó por detrás. Después se acercó a una montaña de huesos y vio que no se tocaban entre sí. Estaban flotando entre ellos, como si desprendiesen algún tipo de gravedad negativa.

La noche caía y pronto éramos incapaces de ver dos palmos más allá de nuestras narices. Entonces, descubrimos una tenue luz que provenía del final del cementerio. Lo bordeamos y llegamos a su origen. Se trataba de una piedra blanca, una oscura piedra blanca, similar a nuestros elefantes. Decía:

"Aquellos elefantes que caminen mirando a sus trompas, los que quieran llegar más lejos que nadie, lo harán. Y llegarán tan lejos que no tendrán a nadie cerca. Entonces serán olvidados aquí".

Unai y yo nos estremecimos. Él me dio la mano y dijo:

-No creo que tus elefantes estén aquí.
-Si lo están, desde luego, no son mis elefantes.- Contesté. Y volvimos juntos a casa.

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