jueves, marzo 31, 2011

Verde maceta



Visité mi antigua casa hará cosa de un año. Ahora vive allí un matrimonio de osos panda. Mi anterior vecina me contó que se pasan el día discutiendo porque a la mujer osa le gusta teñirse el pelo de colores y el marido oso se queja de que nunca pueden ahorrar para ir de vacaciones por culpa de las cantidades astronómicas que ella derrocha en tintes. Después de saber esto, me sentía un poco nerviosa antes de tocar el timbre pero en cuanto crucé un par de palabras con la señora osa, me tranquilicé. 

En efecto, la realidad iba más allá del rumor pues ella no sólo estaba cubierta por una alfombra de pelo verde pistacho sino que había decorado toda la casa con objetos del mismo color. La verdad es que, por momentos, no podía distinguir dónde terminaba la taza de café que sostenía la presumida señorita osa y dónde empezaba su zarpa. El motivo de mi visita era convencerla de que me devolviese el árbol que había dejado en el patio de la casa, un zarzamoro de metro y medio de alto plantado en una maceta que solía ser marrón y que, por supuesto, ahora era verde pistacho. 

Curiosamente, la maceta era el único objeto decorado del patio, el resto estaba igual, aunque a mí no me lo pareciese al principio. No recordaba las paredes desconchadas ni la cuerda para tender la ropa deshilachada. Pero un mínimo esfuerzo mental me permitió saber que aquella sensación era sólo fruto del contraste. Sí, el patio de mi nueva casa es tan blanco que cualquier otro parecería gris y descuidado. Eso es, debía tratarse de una simple cuestión de contrastes. 

Hoy me pregunto si realmente era una pareja de osos panda lo que encontré aquel día, pero lo único que puedo asegurar es que la maceta del zarzamoro rescatado sigue siendo verde pistacho. Tengo que reconocer que aquella mujer escogía bien los colores.
 
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