Nos fabricaron libres y bien podían habernos enseñado a volar pero parecía más importante que aprendiésemos lo que es el equilibrio, que anduviéramos erguidos por la vida, que mirásemos de frente, que nos protegiésemos del frío y de los sentimientos con pieles de animales muertos, que acabásemos diciendo que lo sentimos.
Bien podrían habernos fabricado presos y oxidados para enseñarnos a engrasar las alas, a romper las reglas y a volar. Entonces seguiríamos los vientos, miraríamos desde cualquier ángulo y sentiríamos frío, calor, hambre, sed. No diríamos que lo sentimos, tan solo lo sentiríamos.