viernes, marzo 09, 2012

soplando ascuas



          Respiramos las 24 horas. Nunca dejamos de hacerlo. Pero no nos damos cuenta. Los fumadores empedernidos nos percatamos cuando llevamos unas horas sin respirar tabaco. Los enfermos se dan cuenta de la dificultad para aclarar sus gargantas. Los buceadores con bombonas de oxígeno son algo conscientes, pero se dedican a mirar los peces.

          Sin embargo, un suspiro. Un insignificante suspiro nos llena el pecho lentamente, habita cada alveolo durante un segundo eterno y sale corriendo estampándose contra los labios de par en par. Un suspiro es respirar. Un suspiro es algo. Un recuerdo que huye, un miedo que desaparece, un estrés que se hace trizas, una canción que empapa, un abrazo que arde.

          El suspiro nos llena de aire, nos llena de nada. Y la nada es un océano en el que flotamos haciéndonos 'el muerto' como cuando éramos niños y mirábamos el cielo o perdíamos el equilibrio al fijarnos en las puntas de los pies, flotando, con el pecho descubierto, con los brazos flacos, las piernas libres, el ombligo entero. El suspiro no es tristeza ni alegría, el suspiro es nada. Es un momento en el que, con gusto, abrazamos nuestra insignificancia. Es un instante de pura ingravidez.


Después, volvemos a respirar.



a
res
pi
rar
res
pi
rar
 
google analytics estadísticas: