martes, octubre 02, 2012

Gotelé


Magritte - El hijo del hombre (o manzana con hombre)

Eso es todo. Se acabó la infancia. Años y años, sirenas de recreos, moratones y gatos que se escapan. Apenas un puñado de recuerdos que aparecen como el gotelé pulido, sin aristas, sin principio, sin forma, recuerdos abstractos y blancos, mudos. Los chapuzones sin volumen, los goles sin gritos, las nanas sin melodías. Mi madre mueve los labios pero no la oigo. Se acabó.

También se acabó la adolescencia y la juventud se va acabando. Todo se mezcla conforme pasan los días. Ya no sé si le presté mi otro dibujo a Daniel para que lo entregara a la profesora el día de examen, en cuarto curso, o si se lo regalé a Daniel en un libro sobre plantas medicinales años después de que terminase la facultad. Daniel solía tener los ojos verdes, ahora tiene una manzana delante de la cara y barba, mucha barba. Me gustan las barbas, ¿lo olvidaré también? Me recuerdan al gotelé y el gotelé me recuerda a todo lo demás.

Cada cosa que llega es excitante siempre. Todo lo nuevo es excitante, pero no todo lo excitante es nuevo. Eso creo. A veces sigo poniéndome nerviosa, riendo, saltando en la cama al recordar un detalle, al rescatar una esquina de esta habitación blanca, cubierta por años y años de pintura. A veces acierto a ver un cuadro en la pared. Y eso es todo, todo lo que necesito.




(Para Isa, por sus botones con ventanas). 
 
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