martes, julio 20, 2010

Luciérnaga


Para L.

Recuerdo que un día me dejaste
sentarme bajo el árbol.



Las calles. La gente que corre. Pagan la cuenta y se marchan. Van siempre hacia algún lugar. Como hormigas que no tienen tiempo de pararse a mirar a los insectos. En sus cabezas sólo existen ellos. Yo. Yo. Yo. Y tú, si tú eres parte del juego del yo-yo. Suben y bajan escaleras. Abren puertas. Cierran los ojos sin pestañear. La gente no se para a pensar cuál es su insecto favorito. Las hormigas, al fin y al cabo, son sólo bichos.

Creo que a ti te gustan las luciérnagas, aunque no lo sepas, te pareces mucho a ellas.

No hay muchas luciérnagas por aquí. La India está repleta, claro que allí son más pobres y cuando llueve, las personas pisan descalzas los charcos. Los niños salen a jugar con el monzón, no necesitan más que mojarse para sonreír. Aquí no nos gusta mojarnos, quizás por eso escasean las luciérnagas.

Ellas dejan brillar al sol. Se vuelven simples bichos de día, no llaman la atención, nadie los mira. Incluso de noche, cuando la gente se tumba en las colinas a mirar las estrellas, las luciérnagas vuelan bajo los árboles. También dejan a los astros brillar. Y observan.

Únicamente cuando alguien pasea junto al árbol y se sienta allí, como quien busca la sombra en medio del calor rutinario, las libélulas brillan. Es inevitable sonreír. Parpadean con una luz cómplice y te hacen recordar que los bichos no son sólo bichos, que tú mismo no eres sólo una hormiga. Las luciérnagas no te piden que las mires, no te cuentan los secretos que han visto cuando nadie las tenía encuenta, no le restan importancia a las otras luces.

Las luciérnagas, sencillamente, hacen que te sientas especial, que creas que tu vida es mucho más bonita, sólo porque te has sentado bajo su árbol y has querido mirar su luz. Entonces, te preguntas a qué venía tanta prisa y qué hay más allá de la piel que recubre el cansino yo-yo. Te preguntas cómo, por culpa de una luz tan pequeña, intermitente, has vuelto a abrir los ojos, a caminar más despacio, a mirar, esperando ver otras luciérnagas, aunque sólo sean bichos. Has vuelto a esperar que llueva, dispuesto a mojarte.




Creo que eres un poco luciérnaga, y brillarás sonrisas.




 
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