Isabel Bono se ha llenado los bolsillos de piedras mientras paseaba por la playa. Ahora regresa hacia donde están las chicas. Piensa que volver puede ser más pesado a veces. Olivia me está enterrando en la arena. Empiezo a ser consciente de mis pulmones, cada vez me cuesta más respirar y lo hago más despacio. Miro a Olivia, es tan bonita que quiero tocarla. Me cubre las piernas también y los brazos. Ahora soy una montaña. Sin árboles. Húmeda.
El agua se lleva la arena que Olivia ha puesto sobre mis pies y una parte de mí desaparece con ella. Pero Isabel se agacha y apila las piedras formando una pequeña muralla con un foso delante. Me completa y se quita un peso de encima, todo de una vez. He cerrado los ojos hace un rato. Calor. Sed. Aire, quiero aire. Pero tengo que olvidar todo eso. Ya no veo bien los colores, la luz se ha hecho muy intensa. Isabel y Olivia están de pie y sólo veo sus siluetas a contraluz, como si fuese una fotografía sobre expuesta.
Isabel Bono se ríe como sólo ella sabe. Se quita la camiseta, el pantalón y corre hacia el horizonte acuático. Olivia me tapa la luz. Está muy cerca. Puedo olerla, no sé describir su olor. Pone las manos sobre mi pecho cubierto de arena. Me dice: ahora vas a desaparecer y cuando aparezcas de nuevo, serás lo mismo y otra cosa, todo a la vez.
Olivia huele a espirales grabadas en piedras, si es que eso tiene algún sentido.